Enseñanza del Árbol del Centro: el Ginkgo y los elementales
POR Paula Franco
10/06/2025

Enseñanza del Árbol del Centro: el Ginkgo y los elementales
En el centro de mi jardín crece un Ginkgo biloba. No está ahí por azar. En el camino del chamanismo, cuando un árbol se vuelve el centro, se convierte también en un eje de conexión entre los mundos. Así opera este Ginkgo: como un punto de enlace entre lo visible y lo invisible.
El trabajo con un árbol así no comienza mirando hacia afuera, sino hacia adentro. La primera práctica es la presencia. Sentarse junto a él sin apurar, sin buscar nada concreto. Solo estar. Respirar. Sentir el cuerpo apoyado en la tierra. Dejar que el tiempo se acomode al ritmo del árbol.
Con el tiempo, la visión cambia. Mirar ya no es solo usar los ojos. El campo energético se expande y se vuelve percepción. En ciertos momentos, especialmente cuando la luz cae entre las hojas o cuando la sombra cubre parcialmente el suelo, se puede atravesar el velo. Los elementales se manifiestan en ese entre.
No aparecen porque uno los llame. Se manifiestan cuando la atención está limpia y el corazón está alineado. Son seres que habitan la conciencia de la naturaleza. Algunos se dejan ver como formas sutiles, otros se hacen notar por una sensación muy clara en el cuerpo: un cambio de temperatura, una vibración, una presencia.
El Ginkgo es un árbol que recuerda. Es portador de una memoria antigua, anterior a muchas formas de vida como las conocemos hoy. Esa memoria guarda la conexión con los elementales. Cuando alguien se relaciona con este árbol desde el respeto, el tiempo y la escucha, el árbol permite esa apertura.
Una enseñanza clave: no se trata de imaginar, sino de percibir con todos los sentidos. No se trata de controlar la experiencia, sino de entregarse a lo que ocurre sin expectativas. Si el árbol lo permite, si uno está listo, los elementales se muestran.
Este tipo de conexión no es un don exclusivo. Es un camino. Se cultiva. Requiere práctica, humildad y claridad interna. El Ginkgo enseña a mirar sin imponerse, a estar sin interferir, a abrirse sin perder el centro.
Cada vez que repito el encuentro con este árbol, algo más se revela. Y cada vez, recuerdo que la naturaleza está viva, consciente, y dispuesta a enseñarnos… si estamos realmente disponibles para aprender.
Que tengas una maravillosa semana
con amor
Paula